Pero desde pequeños hemos sido maltratados psicológicamente bajo la creencia de que si no seguimos algunas creencias religiosas, Dios no nos aceptará en los cielo, o más bien, no seremos hijos muy queridos por él.
Aunque la mayoría de las personas en la actualidad pasan por alto algunas de estas enseñanzas y hacen lo que desean en cuanto al ámbito íntimo, otras personas son influenciadas de manera extrema por sus familiares. En especial algunas chicas que deben llegar virgen al matrimonio.
Veremos la historia de una chica llamada Jessica, que te cuenta por qué no deberías llegar virgen al matrimonio:
Hola,
Mi nombre es Jessica, cuando pequeña mi madre cual era una fiel creyente nos llevaba a mis hermanos y a mi todas las semanas a la iglesia, para ser sincera, no recuerdo una semana durante nuestra niñez en la que no hayamos asistido.
Mientras crecíamos nuestra madre nos explicaba los cambios que sucedían en nuestros cuerpos y con ello nos dijo cual era la importancia de llegar virgen al matrimonio, haciéndonos prometer que actuaríamos conforme a lo que la iglesia pedía que era la voluntad de Dios.
Eso pasó cuando tenía 10 años, y mis hermanos entre 11 y 13. A partir de que fuimos creciendo su obsesión fue en aumento, especialmente conmigo. Ante cualquier salida o cualquier oportunidad me hacía recordar aquella promesa. Que podía decidir entre ir al paraíso, o ir al infierno. Y que podía afectar a todos o salvar a todos. Me sentía un poco privilegiada pues pensé que por ese hecho mi marido me iba a querer aún más.
Pasó un tiempo hasta que conocí al amor de mi vida, el cual respetó mi decisión, durante 2 años, luego de esos años de noviazgos me pidió matrimonio y acepté con mucho gusto.
Me casé de blanco, tuve una linda fiesta, complací a mis padres y cumplí con la voluntad de Dios, según las enseñanzas de la iglesia. Lo cual supuestamente tendría un matrimonio feliz para toda la vida.
La fiesta terminó y debíamos consagrar el matrimonio y cerrar nuestra noche de bodas. Llegamos al hotel, yo estaba muy nerviosa, no dejaba de temblar, mi esposo el cual parecía tener mucha experiencia a pesar de que yo mostraba dolor e incomodidad, él solo parecía buscar complacerse, yo no sabía como actuar, como moverme, que debía decir. Sólo me quede tranquila con lagrimas en mis ojos.
Cuando terminó se dio la vuelta y quedó dormido. Yo me sentía rara, asustada, un gran vacío en todo mi pecho, sucia, en pecado, sola, absolutamente sola. Aunque el dormía a mi lado. Quería salir corriendo y lanzarme por la ventana, pero simplemente me arropé y lloré hasta que me dormí sin darme cuenta.
Pensé que las cosas cambiarían con el paso de los días, pero cada vez que llegaba la noche le pedía a Dios que mi esposo no me tocara, pero era su esposa, yo estaba obligada a complacerlo (o al menos eso era lo que yo creía). Empecé a ver el acto íntimo como una obligación, y no como algo que debía disfrutar. A los 5 meses de matrimonio quedé embarazada, dos años después llegó nuestro segundo hijo.
A los 5 meses después del nacimiento de mi segundo hijo, lo descubrí siendo infiel, pero por insistencia de mi madre, y por los niños. Lo perdoné. Un año más tarde lo descubrí nuevamente, pero esta vez aunque mis padres y los suyos insistían en que lo perdonara, me divorcié de él.
Llegue pura al matrimonio y no obtuve ningún privilegio o recompensa, el supuesto amor de mi vida, por el que sin saberlo esperé 25 años conservándome, me traicionó una y otra vez, ese que según la iglesia duraría toda la vida, y sólo duró 4 años. No me arrepiento, pues tengo el mayor tesoro de mi vida que son mis dos hijos.
Ahora soy una madre soltera que tiene 29 años de edad, que trabaja fuerte para sacar adelante a dos hijos que debo mantener sola, ya que mi ex-esposo y yo estamos pasando procesos jurídicos para que pague la pensión de los niños.
Hace unos meses decidí dejar de visitar la iglesia, pues es completamente obvio que no podré recuperar el tiempo perdido, pero no voy a perder más tiempo, dejando que otras personas manipulen mi vida y la hayan arruinado. La eternidad y el amor verdadero no van a depender de tu promesa de castidad, vive en paz contigo mismo, aprendiendo de tus errores, sin hacer mal alguno.
Espero que ninguna persona pase por esto que yo pasé y sólo por llegar virgen al matrimonio.
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